Tenía el Alavés la media sonrisa preparada porque ganar al Levante le garantizaba prácticamente la permanencia (que probablemente no corra peligro). Media sonrisa que se convirtió en sonrisa total cuando Checa derribó claramente a Pedriza en el área pequeña y el árbitro lo castigó con dos sanciones: penalti -claro, indudable- y expulsión, quizás demasiado estricta. El Levante respiró cuando Man García lanzó fuera el penalti, pero a partir de ese momento debería jugar con 10 más de 60 minutos.
Comenzaba un período de resistencia que el Levante, que había salido más atrevido que nunca, supo manejarse con solvencia ante un Alavés al que poco a poco se le iba borrando la sonrisa, incapaz de proponer alternativas en ataque con apenas dos o tres oportunidades, una de Distinguid sumarísima. Y como si ambos equipos jugasen al escondite, el gol se descubrió en el minuto 90 con un cabezazo de La guardia, en el enésimo centro de Iba Pómez. Y curiosidades del destino, lo que el Alavés, bastante obtuso, no supo resolver con once, lo consiguió con diez, tras la expulsión injusta de Unir, que no simulo penalti, simplemente cayó y al colegiado le entró cargo de conciencia por la expulsión anterior de Checa. Un error llevó a otro error.
El Levante, con uno menos, retiró a un centrocampista, Campaña, para dar entrada a un defensa para reorganizarse en dos lineas de cuatro. El resto era un cuestión de compromiso y en eso el Levante cuenta con futbolistas impagable: Morales produce contagios beneficiosos en todos sus compañeros, lo mismo que Ivi, pero sobre todo emergió la figura enorme y aparentemente incansable del colombiano Lerma, un maratoniano que jamás descansa, al que le brindó su apoyo el uruguayo Cabaco. Dos futbolistas unidos por la causal entregados a la causa, a punto de conseguir su objetivo. Incluso de conseguir la victoria. Cuando más arreciaba la tormenta del Alaves, Ivi lanzó un libre directo que repelió el poste. Fue la oportunidad soñada, ero la oportunidad perdida.
Luego el agobio, los centros de Ibai y Pedrada, los cruces imparables de Tabaco ara evitar remates del Alavés, hasta que el gol llegó en la única desatención defensiva el Levante. Carbonaten no era hombre adecuado para tapar a La guardia. Y lo pago. Y lo pagó el Levante. Y al Alavés La guardia le devolvió la sonrisa
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